TEORÍAS DEL
DESARROLLO MORAL
LA TEORÍA DE JEAN
PIAGET
Este psicólogo propone que hay tres factores que influyen sobre el desarrollo moral: el desarrollo de la inteligencia, las relaciones entre iguales y la progresiva independencia de la coacción de las normas de los adultos. El primer factor, el desarrollo de la inteligencia, es el más importante, ya que es el que permite a los otros dos actuar.
Piaget intenta en sus teorías explicar el funcionamiento interno de nuestras estructuras psíquicas y no se contenta con explicar el aprendizaje únicamente a partir de la influencia exterior. Elaboró en este sentido una teoría del desarrollo y el funcionamiento de la inteligencia, donde defiende la existencia de fases o estadios en el desarrollo de la misma. Estos estadios dependerían, por una parte, de la maduración biológica del individuo y, por otra, de la influencia del medio social que proveería de las experiencias adecuadas para aprovechar esta maduración.
La teoría de Piaget sobre el desarrollo moral propone también la existencia de estadios en el mismo. Estos corresponderían a los del desarrollo intelectual a partir de los dos años de edad, ya que antes, según este autor, no podemos hablar de moral propiamente dicha.
Primer
estadio: moral de presión adulta.
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De los dos a los seis años los
niños son capaces de representar las cosas y las acciones por medio del
lenguaje, esto les permite recordar sus acciones y relatar sus intenciones
para el futuro. Sin embargo, no pueden aún realizar razonamientos abstractos,
por lo que no pueden comprender el significado de las normas generales. Esto
hace que las vean como cosas concretas imposibles de variar que se han de
cumplir en su sentido literal. Estas normas son, además, exteriores a los
niños, impuestas por los adultos, por lo tanto la moral se caracteriza en
esta fase de desarrollo por la heteronomía.
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Segundo
estadio: moral de solidaridad entre iguales.
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De los siete a los once años, los
niños adquieren la capacidad de realizar operaciones mentales con los objetos
que tienen delante. No pueden aún hacer generalizaciones abstractas pero se
dan cuenta de la reversibilidad de algunos cambios físicos y de las posibilidades
del pensamiento para detectar relaciones entre las cosas. Las normas dejan de
ser vistas como cosas reales que tienen su origen en una autoridad absoluta y
exterior -los adultos- y comienzan a basarse en el respeto mutuo entre los
compañeros de juego, los iguales. De aquí surge la noción de la
convencionalidad de las normas o reglas de los juegos, que son vistas como
productos de acuerdos entre los jugadores. Surgen sentimientos morales como
la honestidad -necesaria para que los juegos funcionen- y la justicia. El
respeto a las normas se deriva del respeto al grupo y la necesidad de un
cierto orden en el mismo para el mantenimiento del juego, sin embargo, la
aplicación de estas normas y de los conceptos y sentimientos morales es poco
flexible. Las normas no son ya cosas, pero siguen estando ligadas a las cosas
y situaciones concretas, probablemente porque la capacidad intelectual de los
niños no ha llegado aún al desarrollo del pensamiento abstracto y de la
generalización.
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Tercer
estadio: moral de equidad.
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De los doce años en adelante los
niños sufren cambios biológicos y psicológicos radicales. Se produce la
maduración sexual, pero también una maduración biológica general que potencia
el desarrollo intelectual y moral. Los niños, en esta etapa, se convierten en
adolescentes y sus estructuras de conocimiento permiten ya las
generalizaciones y la realización de operaciones mentales abstractas. Los
conceptos se integran en sistemas de proposiciones y se aprende a pasar de lo
particular a lo general y de lo general a lo particular.
En esta etapa surgen sentimientos morales personalizados, como la compasión o el altruismo, que exigen la consideración de la situación concreta del otro como un caso particular de la aplicación de las normas. Gracias a esto, la rigidez de aplicación de las normas y conceptos morales, propia del estadio anterior, desaparece, completándose el paso de la presión adulta al control individual de la propia conducta. El adolescente formula principios morales generales y los afirma de un modo autónomo frente a las normas exteriores. El respeto a estas últimas se realiza de un modo personal. |
LA TEORÍA DE
LAWRENCE KOHLBERG
Kohlberg
comparte con Piaget la creencia en que la moral se desarrolla en cada individuo
pasando por una serie de fases o etapas. Estas etapas son las mismas para todos
los seres humanos y se dan en el mismo orden, creando estructuras que
permitirán el paso a etapas posteriores. Sin embargo, no todas las etapas del
desarrollo moral surgen de la maduración biológica como en Piaget, estando las
últimas ligadas a la interacción con el ambiente. El desarrollo biológico e
intelectual es, según esto, una condición necesaria para el desarrollo moral,
pero no suficiente. además, según Kohlberg, no todos los individuos llegan a
alcanzar las etapas superiores de este desarrollo.
El paso de una etapa a otra se ve en este autor como un proceso de aprendizaje irreversible en el que se adquieren nuevas estructuras de conocimiento, valoración y acción. Estas estructuras son solidarias dentro de cada etapa, es decir, actúan conjuntamente y dependen las unas de la puesta en marcha de las otras. Kohlberg no encuentra razón para que, una vez puestas en funcionamiento, dejen de actuar, aunque sí acepta que se produzcan fenómenos de desajuste en algunos individuos que hayan adquirido las estructuras propias de la etapa de un modo deficiente. En este caso los restos de estructuras de la etapa anterior podrían actuar aún, dando la impresión de un retroceso en el desarrollo.
Kohlberg extrajo las definiciones concretas de sus etapas del desarrollo moral de la investigación que realizó con niños y adolescentes de los suburbios de Chicago, a quienes presentó diez situaciones posibles en las que se daban problemas de elección moral entre dos conductas. El análisis del contenido de las respuestas, el uso de razonamientos y juicios, la referencia o no a principios, etc. -se analizaron treinta factores diferentes en todos los sujetos- fue la fuente de la definición de las etapas. Posteriormente, y para demostrar que estas etapas eran universales, Kohlberg realizó una investigación semejante con niños de una aldea de Taiwan, traduciendo sus dilemas morales al chino y adaptándolos un poco a la cultura china.
El desarrollo moral comenzaría con la etapa cero, donde se considera bueno todo aquello que se quiere y que gusta al individuo por el simple hecho de que se quiere y de que gusta. Una vez superado este nivel anterior a la moral se produciría el desarrollo según el esquema que presentamos a continuación.
El paso de una etapa a otra se ve en este autor como un proceso de aprendizaje irreversible en el que se adquieren nuevas estructuras de conocimiento, valoración y acción. Estas estructuras son solidarias dentro de cada etapa, es decir, actúan conjuntamente y dependen las unas de la puesta en marcha de las otras. Kohlberg no encuentra razón para que, una vez puestas en funcionamiento, dejen de actuar, aunque sí acepta que se produzcan fenómenos de desajuste en algunos individuos que hayan adquirido las estructuras propias de la etapa de un modo deficiente. En este caso los restos de estructuras de la etapa anterior podrían actuar aún, dando la impresión de un retroceso en el desarrollo.
Kohlberg extrajo las definiciones concretas de sus etapas del desarrollo moral de la investigación que realizó con niños y adolescentes de los suburbios de Chicago, a quienes presentó diez situaciones posibles en las que se daban problemas de elección moral entre dos conductas. El análisis del contenido de las respuestas, el uso de razonamientos y juicios, la referencia o no a principios, etc. -se analizaron treinta factores diferentes en todos los sujetos- fue la fuente de la definición de las etapas. Posteriormente, y para demostrar que estas etapas eran universales, Kohlberg realizó una investigación semejante con niños de una aldea de Taiwan, traduciendo sus dilemas morales al chino y adaptándolos un poco a la cultura china.
El desarrollo moral comenzaría con la etapa cero, donde se considera bueno todo aquello que se quiere y que gusta al individuo por el simple hecho de que se quiere y de que gusta. Una vez superado este nivel anterior a la moral se produciría el desarrollo según el esquema que presentamos a continuación.
Nivel
I: moral preconvencional.
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Etapa
1: el castigo y la obediencia (heteronomía).
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El punto de vista propio de esta
etapa es el egocéntrico, no se reconocen los intereses de los otros como
diferentes a los propios. Las acciones se consideran sólo físicamente, no se
consideran las intenciones, y se confunde la perspectiva de la autoridad con
la propia.
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Lo justo es la obediencia ciega a
la norma, evitar los castigos y no causar daños materiales a personas o
cosas.
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Las razones para hacer lo justo
son evitar el castigo y el poder superior de las autoridades.
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Etapa
2: el propósito y el intercambio (individualismo).
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La perspectiva característica de
esta etapa es el individualismo concreto. Se desligan los intereses de la
autoridad y los propios, y se reconoce que todos los individuos tienen
intereses que pueden no coincidir. De esto se deduce que lo justo es
relativo, ya que está ligado a los intereses personales, y que es necesario
un intercambio con los otros para conseguir que los propios intereses se
satisfagan.
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Lo justo en esta etapa es seguir
la norma sólo cuando beneficia a alguien, actuar a favor de los intereses
propios y dejar que los demás lo hagan también.
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La razón para hacer lo justo es
satisfacer las propias necesidades en un mundo en el que se tiene que
reconocer que los demás también tienen sus necesidades e intereses.
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Nivel
II: moral convencional.
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Etapa
3: expectativas, relaciones y conformidad interpersonal (mutualidad).
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La perspectiva de esta etapa
consiste en ponerse en el lugar del otro: es el punto de vista del individuo
en relación con otros individuos. Se destacan los sentimientos, acuerdos y
expectativas compartidas, pero no se llega aún a una generalización del
sistema.
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Lo justo es vivir de acuerdo con
lo que las personas cercanas a uno mismo esperan. Esto significa aceptar el
papel de buen hijo, amigo, hermano, etc. Ser bueno significa tener buenos
motivos y preocuparse por los demás, también significa mantener relaciones
mutuas de confianza, lealtad, respeto y gratitud.
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La razón para hacer lo justo es la
necesidad que se siente de ser una buena persona ante sí mismo y ante los
demás, preocuparse por los demás y la consideración de que, si uno se pone en
el lugar del otro, quisiera que los demás se portaran bien.
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Etapa
4: sistema social y conciencia (ley y orden).
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El punto de vista desde el cual el
individuo ejerce su moral se identifica en esta etapa con el del sistema
social que define los papeles individuales y las reglas de comportamiento.
Las relaciones individuales se consideran en función de su lugar en el
sistema social y se es capaz de diferenciar los acuerdos y motivos interpersonales
del punto de vista de la sociedad o del grupo social que se toma como
referencia.
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Lo justo es cumplir los deberes
que previamente se han aceptado ante el grupo. Las leyes deben cumplirse
salvo cuando entran en conflicto con otros deberes sociales establecidos.
También se considera como parte de lo justo la contribución a la sociedad,
grupo o instituciones.
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Las razones para hacer lo que está
bien son mantener el funcionamiento de las instituciones, evitar la
disolución del sistema, cumplir los imperativos de conciencia (obligaciones
aceptadas) y mantener el autorrespeto.
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Nivel
III: moral postconvencional o basada en principios.
Las decisiones morales en este nivel tienen su origen en el conjunto de principios, derechos y valores que pueden ser admitidos por todas las personas que componen la sociedad, entendiéndose ésta como una asociación destinada a organizarse de un modo justo y beneficioso para todos sin excepción. |
Etapa 5: derechos previos y contrato social (utilidad). |
En esta etapa se parte de una
perspectiva previa a la de la sociedad: la de una persona racional con
valores y derechos anteriores a cualquier pacto o vínculo social. Se integran
las diferentes perspectivas individuales mediante mecanismos formales de
acuerdo, contrato, imparcialidad y procedimiento legal. Se toman en
consideración la perspectiva moral y la jurídica, destacándose sus
diferencias y encontrándose difícil conciliarlas.
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Lo justo consiste en ser
consciente de la diversidad de valores y opiniones y de su origen relativo a
las características propias de cada grupo y cada individuo. Consiste también
en respetar las reglas para asegurar la imparcialidad y el mantenimiento del
contrato social. Se suele considerar una excepción por encima del contrato
social el caso de valores y derechos como la vida y la libertad, que se ven
como absolutos y deben, por tanto, respetarse en cualquier sociedad, incluso
a pesar de la opinión mayoritaria.
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La motivación para hacer lo justo
es la obligación de respetar el pacto social para cumplir y hacer cumplir las
leyes en beneficio propio y de los demás, protegiendo los derechos propios y
los ajenos. La familia, la amistad, la confianza y las obligaciones laborales
se sienten como una parte más de este contrato aceptado libremente. Existe
interés en que las leyes y deberes se basen en el cálculo racional de la
utilidad general, proporcionando el mayor bien para el mayor número de
personas.
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Etapa
6: principios éticos universales (autonomía).
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En esta última etapa se alcanza
por fin una perspectiva propiamente moral de la que se derivan los acuerdos
sociales. Es el punto de vista de la racionalidad, según el cual todo
individuo racional reconocerá el imperativo categórico de tratar a las personas
como lo que son, fines en sí mismas, y no como medios para conseguir ninguna
ventaja individual o social.
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Lo que está bien, lo justo, es
seguir los principios éticos universales que se descubren por el uso de la
razón. Las leyes particulares y acuerdos sociales son válidos porque se basan
en esos principios y, si los violaran o fueran en contra de ellos, deberá
seguirse lo indicado por los principios. Los principios son los principios
universales de la justicia: la igualdad de derechos de los seres humanos y el
respeto a su dignidad de individuos. Éstos no son únicamente valores que se
reconocen, sino que además pueden usarse eficientemente para generar
decisiones concretas.
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La razón para hacer lo justo es
que, racionalmente, se ve la validez de los principios y se llega a un
compromiso con ellos. Este es el motivo de que se hable de autonomía moral en
esta etapa.
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Carol
Gilligan fue discípula de Kohlberg en la Universidad de Harvard, y estaba muy
familiarizada con sus investigaciones. Sin dudar de la importancia de la
exposición sobre el desarrollo moral que hacía su maestro, observó en esta
algunas deficiencias:
· Kohlberg realizó sus investigaciones sólo sobre sujetos del sexo masculino.
· Kohlberg usaba dilemas morales hipotéticos, que podrían estar sesgados en su planteamiento y provocar desviaciones en las respuestas de los sujetos.
· En la escala final del desarrollo moral de Kohlberg las mujeres alcanzaban resultados inferiores a los hombres.
Ante
estas deficiencias, Gilligan realizó un nuevo estudio en el cual los sujetos
eran mujeres y los dilemas que se proponían eran cuestiones reales, como el
aborto. El resultado fue el descubrimiento de un modelo ético diferente al
propugnado por Kohlberg. Si éste propugnaba como modelo de desarrollo moral una
ética de la justicia, en los estudios de Gilligan salió a la luz la ética
del cuidado.
Gilligan planteó que el problema fundamental de los estudios de Kohlberg fue su limitación a sujetos masculinos, la cual introdujo una desviación de los resultados motivada por la distinta educación vital y moral que recibimos los hombres y las mujeres en la sociedad. Los hombres nos moveríamos en lo formal y abstracto, en el respeto a los derechos formales de los demás, en el ámbito individual y en las reglas. Las mujeres se moverían en lo contextual, en la responsabilidad por los demás, en las relaciones y en una concepción global y no sólo normativa de la moral.
A partir de esta concepción, Gilligan elaboró un cuadro del desarrollo moral en el ámbito de la ética del cuidado que corresponde en grandes líneas al cuadro que propuso Kohlberg en el ámbito de la ética de la justicia. Aunque formalmente los tres niveles de desarrollo que propone Gilligan se estructuran sobre la dinámica de los de Kohlberg, su contenido es muy diferente. Esto tiene que ver con las diferencias básicas entre estas éticas: ambas defienden la igualdad, pero la ética de la justicia pone el acento en la imparcialidad y la universalidad, lo que elimina las diferencias, mientras que la del cuidado pone el acento en el respeto a la diversidad y en la satisfacción de las necesidades del otro. Los individuos de la ética de la justicia son formalmente iguales, han de ser tratados de modo igualitario, los de la ética del cuidado son diferentes e irreductibles y no deben ser dañados.
Desde este punto de vista se entenderá la diferente orientación que la ética del cuidado de Gilligan da al desarrollo moral:
Gilligan planteó que el problema fundamental de los estudios de Kohlberg fue su limitación a sujetos masculinos, la cual introdujo una desviación de los resultados motivada por la distinta educación vital y moral que recibimos los hombres y las mujeres en la sociedad. Los hombres nos moveríamos en lo formal y abstracto, en el respeto a los derechos formales de los demás, en el ámbito individual y en las reglas. Las mujeres se moverían en lo contextual, en la responsabilidad por los demás, en las relaciones y en una concepción global y no sólo normativa de la moral.
A partir de esta concepción, Gilligan elaboró un cuadro del desarrollo moral en el ámbito de la ética del cuidado que corresponde en grandes líneas al cuadro que propuso Kohlberg en el ámbito de la ética de la justicia. Aunque formalmente los tres niveles de desarrollo que propone Gilligan se estructuran sobre la dinámica de los de Kohlberg, su contenido es muy diferente. Esto tiene que ver con las diferencias básicas entre estas éticas: ambas defienden la igualdad, pero la ética de la justicia pone el acento en la imparcialidad y la universalidad, lo que elimina las diferencias, mientras que la del cuidado pone el acento en el respeto a la diversidad y en la satisfacción de las necesidades del otro. Los individuos de la ética de la justicia son formalmente iguales, han de ser tratados de modo igualitario, los de la ética del cuidado son diferentes e irreductibles y no deben ser dañados.
Desde este punto de vista se entenderá la diferente orientación que la ética del cuidado de Gilligan da al desarrollo moral:
Primer
nivel
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Atención
al Yo para asegurar la supervivencia: el cuidado de sí misma.
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Transición
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Consideración
del planteamiento del primer nivel como egoísta.
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Segundo
nivel
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Conexión
entre el Yo y los otros por medio del concepto de
responsabilidad: la atención a los demás y la relegación de sí misma a un
segundo plano.
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Transición
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Análisis
del desequilibrio entre autosacrificio y cuidado, reconsideración de la
relación entre el Yo y los otros.
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Tercer
nivel
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Inclusión
del Yo y de los otros en la responsabilidad del cuidado.
Necesidad de equilibrio entre el poder y el cuidado de sí misma, por una
parte, y el cuidado a los demás por la otra.
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LA TEORÍA DE WILLIAM KAY
La teoría sobre el desarrollo moral de William
Kay nos propone una visión del desarrollo moral como la evolución de las
actitudes morales. En la infancia, según Kay, predominan las actitudes
cautelosas, que tienden a evitar el daño y los castigos. Al final de la
infancia y durante la niñez, estas actitudes se sustituyen poco a poco por las
autoritarias, en su doble aspecto de obediencia ciega e imposición no razonada.
A medida que avanza el individuo por la niñez comienzan a surgir las actitudes
sociales, que integran al individuo en el grupo al que pertenece, para, al
final de la misma y durante la adolescencia, ser sustituidas por las
personales. De este modo, si el individuo ha logrado desarrollarse
armónicamente y sin trabas, al llegar a la edad adulta predominarán en él estas
últimas, las propiamente morales. Las actitudes personales más importantes son,
según este autor, la racionalidad, el altruismo, la responsabilidad y la
independencia moral -todas ellas nos recuerdan a las características del
sujeto de las últimas etapas del desarrollo moral según Piaget o
Kohlberg-.
ACTIVIDAD
1: Una misma acción, por ejemplo, bajar a comprar el
periódico para la abuela enferma, ¿puede ser causada por actitudes diferentes?
Explica por qué y, si tu respuesta es que sí, pon ejemplos del modo en que esto
puede ocurrir.
LA TEORÍA DEL APRENDIZAJE SOCIAL
La teoría del aprendizaje social intenta ir
más allá de la consideración de la conducta humana como respuesta a estímulos
que hacía el conductismo. El aprendizaje de conductas se produce siempre, según
esta teoría, en un marco social. Esto implica que, además de aprender las
normas de conducta por medio de las reacciones que los demás tienen ante sus
actos, los niños adquieren los modelos de comportamiento adecuados por
observación, viendo a los otros actuar. Este último medio de aprendizaje se ha
llamado también imitación o modelado, ya que los niños copian el comportamiento
de aquellas personas que, por su aceptación social, lugar importante en su
mundo, etc., se convierten en modelos de conducta apropiada.
Existiría una evolución en el desarrollo de la conducta y el pensamiento moral. Los niños comenzarían controlando su conducta por las sanciones externas, premios o castigos, y completarían su desarrollo moral cuando el control fuera interno y los llevara a una conducta altruista y al cumplimiento de los valores morales.
En este sentido, "el desarrollo moral es el aprendizaje de la conducta socialmente aceptable y la adquisición e internalización [interiorización] de las normas y valores transmitidos por las personas que rodean al niño en sus diferentes ambientes".
Existiría una evolución en el desarrollo de la conducta y el pensamiento moral. Los niños comenzarían controlando su conducta por las sanciones externas, premios o castigos, y completarían su desarrollo moral cuando el control fuera interno y los llevara a una conducta altruista y al cumplimiento de los valores morales.
En este sentido, "el desarrollo moral es el aprendizaje de la conducta socialmente aceptable y la adquisición e internalización [interiorización] de las normas y valores transmitidos por las personas que rodean al niño en sus diferentes ambientes".
Marchesi,
A., "El desarrollo moral", en id. (comp.) Psicología Evolutiva,
vol.2, Madrid, Alianza, pág. 358
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